La quinoa se cultiva desde tiempos ancestrales y siempre se destacó como un “superalimento” por sus valores nutricionales. Además, su carácter de “supercultivo” se refiere a que puede crecer en un ambiente hostil: suelos marginales y con poca agua.
Es por ello que el INTA, junto a la Fundación Miguel Lillo de Tucumán (FML), están trabajando en proyectos con la comunidad indígena de Amaicha del Valle y Leales, regiones claves para el rescate y la difusión de esta semilla.
Justamente, Luis Errazú, coordinador del Programa Nacional de Cultivos Industriales del INTA, declaró que “muchos países la están incorporando como cultivo estratégico para producir alimentos de alto valor nutricional frente a las nuevas condiciones impuestas por el cambio climático”.
La quinoa pertenece a la familia de las quenopoideas y es uno de los pocos alimentos nativos de origen vegetal que contiene los nueve aminoácidos esenciales que el humano necesita incorporar de la dieta. Tampoco contiene gluten y es rica en vitaminas, hierro, fósforo, calcio, magnesio y antioxidantes.
Su producción se concentra sobre todo en Catamarca, Jujuy y Salta. Además, se registran procesos experimentales desarrollados por el INTA en Cuyo, Patagonia y la Región Pampeana. Como se destaca, la planta puede producir con menor cantidad de agua, comparado a otros cultivos de la zona noroeste, lo que genera una ventaja en contexto de menor disponibilidad hídrica debido al cambio climático.
En Tucumán, el Consejo Federal de Ciencia y Técnica (COFECYT) del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y la Secretaría de Ciencia y Técnica (SIDETEC) del gobierno provincial, está promoviendo el cultivo apuntando a generar un mercado de semillas.
“Este proyecto contempló demostraciones gastronómicas con quínoa, divulgación de recetarios y de los beneficios de su inclusión para mejorar el equilibrio de las dietas mediante la elaboración de comidas con ingredientes de la zona y la promoción de microemprendimientos”, dijo Juan González, de la Fundación Miguel Lillo.
El proyecto se enmarca dentro del Plan Nacional “Argentina contra el hambre». Se espera que la semilla se incorpore como un alimento de uso regular en las dietas de las poblaciones locales y que pueda convertirse con el tiempo en una alternativa productiva y fuente de microemprendimientos.
Luciana Martínez Calsina, investigadora del INTA Famaillá, Tucumán, destaca que “ya hay resultados productivos para asesorar a los agricultores familiares sobre cómo sembrar, qué fechas son las más adecuadas, también sobre recomendaciones de fertilización y de prácticas para control de malezas, insectos y enfermedades”.